CAÓTICOS Y ABISMALES


Mientras pinto me asalta la curiosidad acerca de si los demás percibirían igual que yo ese conjunto de colores yuxtapuestos y colocados uno sobre otro, no hay orden o si hay orden…mientras pinto me asalta la reflexión de un presente caótico y abismal que nos golpea…
Dice la Teogonía de Hesíodo que Caos era un Dios, el primero, el más elemental. La Biblia también comienza por una gigantesca masa de vapor oscura, en un abismo, de lo cual se construye el universo físico. Algunas ramas del hinduismo predican que el universo se crea y se destruye en un vaivén repetitivo. Brahma respira y en cada aspiración arrastra las estrellas, los cometas y la luna, como un tapiz halado de súbito. Luego exhala y sale en borbotones la materia del siguiente universo. Otras mitologías, nuevas y antiguas, también pregonan esta oscilación entre lo uno y lo múltiple. Entre Caos y Cosmos. Abanicos que se abren y cierran.
Si pensamos en el concepto donde el caos es el orden y el orden es el cosmos se podría hacer una relación entre cada punto que a nuestra visión esta disperso tanto en el espacio como en mis pinturas. El espacio puede ser tan pequeño o inmenso como lo quisiéramos ver, así en cada una de las obras representando los bosques, llegaríamos al concepto de la entropía, donde no vemos un orden establecido pero sabemos que esta allí. Troncos que se elevan hacia el cosmos, hacia el caos, caóticos en si mismos, a veces limitados por un horizonte que fija el descenso al abismo, cosmos convertido en fronda, caos en la elevación.
El desarrollo de tejidos, la dispersión de una gota de tinta en aceite, la descomposición de una fruta y otras construcciones (y de-construcciones) de la naturaleza, tejen sus marañas centrífugas, si las vemos en detalle, la flor, minimizada a punto caótico, magnificada en pétalo, pétalo como camino hacia el abismo, morada de misterio y caos original, como agua lustral, nos lleva mas allá de la visión cotidiana para dirigirnos a una senda de duda con respecto a la existencia y al misterio de la creación artística.
Jorge Luis Borges lo poetiza así en su Cosmogonía:
Ni tiniebla ni caos. La tiniebla
 requiere ojos que ven, como el sonido 
y el silencio requieren el oído,
 y el espejo, la forma que lo puebla. 
Ni el espacio ni el tiempo. Ni siquiera 
una divinidad que premedita
 el silencio anterior a la primera 
noche del tiempo, que será infinita.
El gran río de Heráclito el Oscuro 
su irrevocable curso no ha emprendido, 
que del pasado fluye al futuro, 
que del olvido fluye hacia el olvido. 
Algo que ya padece. Algo que implora.
Después la historia universal. Ahora.




El árbol expresivo, el árbol sensible, que se pone de manifiesto en la propuesta de Elizabeth ,es otra de sus búsquedas dentro del mundo vegetal.
Una fuerza presente en los tonos sutiles, ordena la escena,la simplifica, trata de reventar por momentos su entramado perfecto hacia el espacio…más allá del lienzo.
El encuentro con hojas y tallos es inevitable..los silencios necesarios, los ritmos presentes entre colores y líneas que definen brotes ,y que nos sumergen en frondosas galerías impulsadas hacia cielos puros y alimentadas por la savia de los bosques. Este universo particular tiñe los senderos de morados-rosados precipitándose de vez en cuando, como si lloraran.
Coquetas fragancias del rojo, se expanden por el ambiente, lo invaden y nos recuerdan la vida en su plenitud. Esencias de abundancia que traen pétalos y ramas desordenadas de tanto brotar y crecer : el caótico vital, inevitable y omnipresente, que emerge sin remedio de la obra de la artista, en su peregrinar por esos parajes que se nos vienen encima y nos inundan.
Arboles , que viven y se nos muestran en su faceta más frágil , frondas que han tenido que caer, levantar el vuelo y seguir por el espacio hasta encontrarse en un manojo , en un ente que se expresa por si mismo, con sus formas y tonalidades..
Han tenido que surgir, mezclarse en el alboroto divino de la vida , en el caos emergente del color y la luz y precipitarse todo ello desde un punto de partida hacia el abismo .

María N. Vidal


TAPIZ DE ABRIL…LOS APAMATES
Acrílico sobre lino
93 x 93 cm
MMXII


TAPIZ DE ABRIL…AQUEL POMAGAS
Acrílico sobre lino
93 x 93 cm
MMXII


TAPIZ DE MARZO…AQUEL BUCARE
Acrílico sobre papel Ingres d’Arches
50 x 65
MMVI


TAPIZ DE MARZO…ESE ARAGUANEY
Acrílico sobre papel Ingres d’Arches
50 x 65
MMVI


DRAGONES LUSTRALES
Acrílico sobre tela
82 x 115 cm
MMIX

SERIE L’ETE INDIEN…LES FLEURS QUI RESTENT
Acrílico sobre tela
37 x 112 cm
MMXII


SERIE L’ETE INDIEN…TUNEL DE OCTUBRE
Acrílico sobre tela
37 x 116 cm
MMXII


SERIE L’ETE INDIEN…FEUILLES CHALEUREUSES
Acrílico sobre tela
37 x 116 cm
MMXII


FLORET SILVA NOBILIS…LLANTO MULTICOLOR
Acrílico sobre tela
120 x 330 cm
MMXII


TUNEL PASTEL
Acrílico sobre tela
100 x 100 cm
MMXII

LLANTO EN ROSA
Acrílico sobre tela
100 x 70 cm
MMXII


FLORET SILVA NOBILIS…EL CAMINO
Acrílico sobre tela
120 x 360 cm
MMXII


CEREZO LEVITANTE
Acrílico sobre tela
129 x 77 cm
MMXII

APAMATES AL ATARDECER
Acrílico sobre MDF
80 x 180 cm


CAOS ROSA
Acrílico sobre MDF
20 x 50 cm
MMIX


CAOS VIOLEROSA
Acrílico sobre MDF
20 x 50 cm
MMIX


CAOS VIOLETA
Acrílico sobre MDF
20 x 50 cm
MMIX

D'un gradin d'or, — parmi les cordons de soie, les gazes grises, les velours verts et les disques de cristal qui noircissent comme du bronze au soleil, — je vois la digitale s'ouvrir sur un tapis de filigranes d'argent, d'yeux et de chevelures.
 Des pièces d'or jaune semées sur l'agate, des piliers d'acajou supportant un dôme d'émeraudes, des bouquets de satin blanc et de fines verges de rubis entourent la rose d'eau.
 Tels qu'un dieu aux énormes yeux bleus et aux formes de neige, la mer et le ciel attirent aux terrasses de marbre la foule des jeunes et fortes roses.

Arthur Rimbaud, Les Illuminations, Fleurs

EGLANTINE
Acrílico sobre tela
100 x 100 cm
MMXII


FEU D’ARTIFICES
Acrílico sobre tela
100 x 100 cm
MMIX


ESPINOSA ABISMAL
Acrílico sobre tela
80 x 70 cm
MMXII


HIERBA EN EL CAOLIN
Acrílico sobre tela
75 x 128 cm
MMXII

“Je finis par trouver sacré le désordre de mon esprit.”
Arthur Rimbaud
Une saison d’enfer, délire II, Alchimie du verbe















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